jeudi 26 mai 2016

El arte povera soluble en el espectáculo : Kounellis

24 de mayo de 2016, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Janis Kounellis, ST 1969 (cama de campaña con jaula y seis ratones)




Otra exposición que se acabó, la de Kounellis, en la Moneda. Una exposición que tenía todo para tener éxito : un artista importante, incluso esencial del arte pobre; un universo conocido, bolsas de yute, montones de carbón y placas de hierro, en donde el espectador encuentra fácilmente sus puntos de referencia, un argumento a la vez rebelde y constructivo. Y sin embargo muy rápidamente se instala el malestar, se siente que no funciona y uno intenta comprender lo que molesta. 
¿ Será el conflicto entre la brutalidad de las obras y la elegancia de otra época del lugar, con sus molduras con vista al Sena ? ¿ Será que la redundancia de los efectos es demasiado evidente, ratones enjaulados y peces rojos hasta el perchero fantasma y una lámpara de cuchillos de diseño ? ¿ Será que algunas obras son demasiado evidentes y en las cuales el mínimo desgarro de la lata supone que evoca a Santo Tomás ante la dilatación de la llaga de Cristo ?



Jannis Kounellis, ST, 1993 (nueve balanzas suspendidas con barras de metal y azufre)



El argumento se diluye en lo espectacular, la materia bruta y pobre se convierte en decorado de teatro, la puesta en escena sofisticada ahoga las obras y las anemia. Me parece que solo escapan una o dos obras finas y elegantes, 
casi fuera de lugar : vasos delante de vidrio, bandejas de balanza en la entrada con vaporosos montones de azufre amarillo y su sombra. Ciertos momentos de equilibrio en una exposición demasiado fastidiosa. Es una lástima. 


Fotos del autor.



Share and Enjoy

Dove Allouche, fotografía y espejo

23 de mayo de 2016, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


  

 
Dove Allouche, série Sunflower, 2015, expo Mea culpa de un escéptico, foto. Aurélien Mole





La exposición de Dove Allouche en la Fundación Ricard (ya se acabó, lo siento) comprendía cinco series de imágenes que jugaban todas con la representación. Se veía su fascinación por la materia de origen, minerales, cristales, estalagmitas, veíamos dibujos de arco iris y evocaciones de pintura rupestre 
-tema ideal- : obra formal, encerrada en sí misma, auto centrada, la comisaría se glorifica de haber escrito el texto sin haber visto las obras, tuvo dificultades para esclarecer y en vano les pidió auxilio a Platón, Derrida y Sontag. 





Dove Allouche, Sunflower, 2015, expo Mea culpa de un escéptico , foto. de l'auteur





Pero una de las series se distinguía de las otras, no porque como muchas otras obras fotográficas en cámara oscura, la hiciera en la oscuridad (como en Lascaux, nos repiten sin cesar) sino porque, en lugar de utilizar materiales diversos para hacer imágenes con ellos, esta serie Sunflower, es la imagen misma en su esencia, imagen y fotografía a la vez (como un daguerrotipo o un fisautotipo) es un reflejo doble del mundo, en parte instantáneo y en parte eterno. El artista untó con peltre y plata, en cámara oscura, una hoja grande de cibachrome, técnica tradicional de la fabricación de espejos. Como la aplicación se hace a ciegas no cubre toda la superficie del papel sensible : después cuando se expone a la luz la imagen del mundo no aparece sino parcialmente, sólo en los espacios que los gestos imperfectos dejaron en la capa de peltre y plata. En la imagen que vemos existe un antes, el de la exposición fotográfica, fijado para siempre, y un ahora, nuestra imagen parcial. Fue sin comparación la obra más interesante de todas. 



enjoy and share


Seydou Keïta, ambigüedad y fascinación

22 de mayo de  2016, por Lunettes Rouges


(Artículo original en francés, aquí)


  

 
Seydou Keïta, a la izquierda ST, 1956-57 (impresión 1197), 120x180cm; a la derecha ST, 1958 (impresión 1997), 120x180cm




La obra de Seydou Keïta (Grand Palais, hasta el 1 de julio), uno de los grandes fotógrafos africanos, es a la vez fascinante y ambigua. Fascinante pues su indiscutible talento de retratista les atribuye a sus sujetos una dignidad y una belleza sin igual. Es uno de los primeros que va más allá del retrato semi etnográfico del estereotipo del africano tieso y adornado con los elementos propios de su función (ya sea dignatario o simple gendarme, como éste) a quien entonces, ni le interesaba ni se le autorizaba que manifestara la mínima individualidad; por consiguiente sobrepasa la mirada europeo-céntrica y colonial al dejar que la personalidad de sus sujetos se exprese, considerándolos ya no como modelos reducidos a jugar un papel, sino como seres humanos de pleno derecho, con estilo, con personalidad, emociones, gracia y orgullo; precisamente, como esta joven del cartel de la exposición. El contraste de las dos imágenes yuxtapuestas (y la del gendarme es algo posterior) refleja bien el cambio radical que Keïta introduce en la forma de ver al hombre y a la mujer africanos.  




Seydou Keïta, ST, 1956-57 (impresión moderna), 120x180cm




Ambigüedad, ya que no solamente juega con los dos aspectos, aunque la representación de la individualidad  sea mucho más fuerte que el formalismo, sino porque su mirada tierna y cómplice toma a menudo posturas de tipo 
muy "colonial": hay muchísimas "Odaliscas" recostadas sensualmente de las cuales algunas son famosas. ¿ Se tratará de un artista africano que mira a la mujer africana o se tratará de la adaptación, de la transposición del viejo mito orientalista sobre la sexualidad del "Otro", de la mujer árabe o negra y sus sensualidades desenfrenadas ? Además de la hermosura de la composición de las fotografías sentimos una especie de confusión, entre feminismo y pos colonialismo. 




Seydou Keïta, ST, 1952-55 (impresión moderna), 120x180cm




Para mí la fotografía más extraordinaria de la exposición es la de la 
pareja recostada : uno se pregunta que los pudo conducir a que adoptaran esa pose (en el catálogo hay otra foto de ellos mismos, sentados, tiernos y es mucho más prudente pero no está en la exposición). Ella nos mira con altanería y segura de sí misma; lleva sus formas envueltas en una tela y solamente percibimos la rodilla derecha, su collar cuelga con negligencia y la mano de dedos largos y delgados de uñas perfectas se ve como suspendida esperando un no sé qué. A él, al contrario como que no le importamos (el fotógrafo, en realidad), mira hacia abajo apoyando la barbilla de forma extraña sobre el tocado de su mujer y la sostiene firmemente con la mano izquierda. Ella de negro, él de blanco, chanclas y babuchas en el primer plano; la tela del fondo es neutra sin nada que pueda distraer nuestra mirada, pero en las esquinas de la alfombra se ven la creciente y la estrella lo que nos lleva a percibir la correspondencia con la pareja. Seguramente llegaron al estudio vestidos así y nos imaginamos que Keïta sólo prestó la alfombra. Y ¿ quién habrá sugerido una puesta en escena tan poco natural, tan sensual, única en su obra ?




Seydou Keïta, ST, 1954 (impresión 1998), 120x180cm




Frente a esta composición y frente a otras, a veces igual de extrañas es placentero imaginarse a un Keïta no solamente retratista sino también inventor requetecreativo, algunas veces en los límites de lo extraño, como irreal. En la imagen de mujeres con la 203, nos perturba enseguida el corte del hombre a la derecha, propietario del bonito carro, marido, padre, jefe, que Keïta corta, borra a medias y entonces pensamos en una especie de humillación, de castración. Pero, pues hay un pero, en esta fotografía hay sin embargo un hombre que se apropia de la escena, alguien que apenas visible se afirma, deus ex machina todopoderoso. 




idem, detalle



Fotos 1 & 5 del autor

Share and Enjoy 

El adentro y el afuera: Eva Jospin en el Louvre

21 de mayo de 2016, por Lunettes Rouges



 
Eva Jospin, Panorama




Lo que primero llama la atención en la instalación de Eva Jospin en la Cour Carré del Louvre (hasta el 28 de agosto) es la manera como la presentan. Antes de descubrir los altorrelieves, debemos enfrentarnos con una sucesión de recintos concéntricos por los cuales hay que pasar antes de llegar al centro : los edificios clásicos de la Cour Carré, después una pila circular de piedra en donde se pudre un agua verdosa, luego, en el interior de la pila un pabellón decagonal, cuyas paredes reflejan las fachadas del Louvre, correspondencia y espejo (seguramente a propósito y a causa del ángulo obtuso en su dirección, no se ve la pirámide, la otra estructura añadida).




Eva Jospin, Panorama




Luego un pasillo oscuro que se enrolla en el interior del pabellón y que conduce a través de una puerta ojival a una plataforma de observación rodeada por una baranda de donde se puede descubrir la pared panorámica que es la obra misma : una escultura mural de cartón, una jungla de árboles, ramas, raíces, hecha de estratos horizontales y de impulsos verticales. Ahí vemos la obsesión de Jospin por el bosque, con sus numerosas instalaciones anteriores de apariencia cinematográfica.




Eva Jospin, Panorama




Frente a esta repetición que podría cansar, el interés está en la imbricación en el espacio. Claro que el argumento histórico (estamos en el Louvre) insiste sobre el hecho de incluir la obra en la historia del panorama (probablemente le esté haciendo un guiño a Daguerre en la cámara oscura). También veo una referencia lejana a la dos casas de Michal Rovner en la Cour Napoleón (2011), y me gusta mucho esta analogía courbeto-duchampiana.




Eva Jospin, Panorama





Y sobre todo, la imbricación, la progresión de un espacio al otro me parece una invitación hacia un espacio reservado, sagrado, un sancta sanctorum, en donde todo se juega con la progresión y los contrastes : exterior hacia interior, el cielo hacia la gruta, luz hacia oscuridad, mineral hacia vegetal, reflejar absorber, apertura hacia encierro, monumental a íntimo, liso y pulido a táctil y áspero, cultivado a natural. Y para mí ese es el interés principal de la obra.


Fotos 1 & 2 cortesía noirmontartproduction. Fotos 3 & 4 del autor.


Enjoy and Share