dimanche 19 juillet 2015

Arles 2 : las buenas apuestas

15 de julio de 2015, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)

Olivier Roller, La conversión a las imágenes, una historia de poder, de Julio César a Luis XIV, 2015



Bueno, empecemos  por las "grandes" exposiciones, las históricas, las imprescindibles, dos monográficas y dos de colección. El Museo Réattu expone sus colecciones de fotografía (hasta el 3 de enero), colecciones iniciadas desde 1965, que fueron aparentemente las primeras en un museo francés. En la entrada un rollo gigante en espiral que flota en el espacio, obra de Olivier Roller, toma 14 retratos de poderosos, desde César hasta Luis XIV : ello nos da la pauta, predominarán los retratos. Es una exposición muy seria y teatral, y su titulo, "Osar la fotografía", se vuelve un poco anticuado : posiblemente en 1965 había que osar, pero hoy, muy poca audacia. Vemos de nuevo con alegría algunos iconos, como el ciego de Paul Strand, Riboud, Doisneau, entre otros artistas confirmados, Dieter Appelt (imágenes de la vida y de la muerte), Alain Fleischer (Cielos por encima de Arles). Y para mi felicidad, rayogramas de Man Ray, fotos electrónicas de Yves Trémorin, fotogramas cianotipos de Nancy Wilson-Pajic, quimicogramas de Pierre Cordier, transmutaciones de Brassaï, cristales de Jean-Pierre Sudre, y perifotografías de Patrick Bailly-Maître-Grand : todas las márgenes, las desviaciones, los cuestionamientos de la fotografía.





Jan Svenungsson, El Testigo 1989


Pero hay pocos descubrimientos, como por ejemplo lo es para mí este "objeto", retrato disimulado de Jan Svenungsson en un marco casi homotético, en el cual se refleja una estatua antigua con nariz rota fotografiada por Olivier Roller. En el segundo piso, cara a cara conmovedor entre argelinas de Marc Garanger, humilladas pero indomables, la rebeldía se refleja en el fondo de sus ojos, y la mujer con fusil de Shirin Neshat, indignada segura de sí misma y que toma su destino entre sus 
manos : entre las dos, 34 años pos coloniales.





Katerina Jebb, Tights, 1996



En otro lugar del Museo, recorriendo las salas descubrimos el fantasma que se ve aquí arriba, escáner de un par de medias de Katerina Jebb (fruto de la necesidad ya que en ese entonces no podía utilizar su brazo derecho a causa de un accidente, entonces en lugar de la cámara fotográfica trabajó con un escáner); justo al lado un lienzo grande de Baya que data de 1949 y que necesita urgentemente que lo restauren. Y también la felicidad de volver a ver el video aterrador, obsceno, sensual, primitivo, de Melina Jaouen cuyos labios rojísimos cercados por su piel ennegrecida escupen perlas...





Ralph Gibson, ST, 1969



La otra colección que exponen en Arles es la de la MEP (Casa Europea de la Fotografía, hasta el 30 de octubre), que vemos, infortunadamente, rara vez : uno sale encantado a la vez por su riqueza y disgustado pues en lugar de tantas exposiciones de calidad mediocre la MEP debería exponer sus tesoros más a menudo. Qué cantidad de grandes nombres, Klein, Frank, Kudelka, Penn, Avedon, HCB, Ralph Gibson, series largas o completas (Los Americanos, o el mes Depardon en Nueva York para Libé), una organización bien hecha entre los diferentes módulos, buenas leyendas. Fue una buena sorpresa. En fin, mencionemos la excelente pequeña exposición 'tutoreada' por cuatro alumnos de la ENSP (Escuela Nacional Superior de Fotografía) que revisitaron las colecciones del CNAP (Centro Nacional de Artes Plásticas). Además de una buena selección y a veces fuera de tono de las obras (en particular Douglas Huebler, Erwin Wurm, Edouard Levé), el folleto de sala tiene textos que aclaran (como un diálogo cándido y lúcido de aprendices comisarios, y correspondencia con John Hilliard, que además me será útil).





Stephen Shore, 4 part Variation, Julio 1969, detalle



De los dos monumentos monográficos, la exposición sobre Stephen Shore es la más museística : se trata de una retrospectiva bastante completa, que cubre sus diferentes periodos, tanto en blanco y negro como en color, desde sus obras más conceptuales del principio de su carrera (como la apropiación de tarjetas postales de Amarillo Tall o la composición aquí arriba), hasta sus fotos de paisajes y sus snapshots en los que da a conocer su comprensión del terreno y su elaboración de un punto de vista. Lo que encontré más destacable fue su obra sobre la arqueología, aclaración reveladora de la naturaleza misma del objeto; hacia el final de la exposición, este fotógrafo de objetos (y de paisajes como tales) se interesa (¿por fin?) por la gente, y resulta un reportaje bastante atípico sobre los judíos de Ucrania. Es una exposición bien hecha, instructiva, que se visita como leyendo un libro, página por página, obra por obra, linealmente, sin fantasía pero seriamente. 





Walker Evans, beauties of the Common Tool, 1955 (Fortune Magazine)



La exposición sobre Walker Evans (hasta el 6 de septiembre) es más original pues presenta (en su recorrido exterior) su obra para revistas, Fortune, entre otras, las yuxtapone, y, en la pared opuesta, reproducciones grandes contrastadas que nos hacen ver las imágenes diferentemente. En esta reproducción de los Estados Unidos de América de los años 1930-1960, Evans introduce lo ordinario, lo cotidiano, lo común, lo banal, y, en sí, ya es revolucionario. Sus reportajes son sobre gente ordinaria, desempleados, vistas desde un tren, e incluso (una de las mejores series) sencillamente herramientas. De allí se desprenden al mismo tiempo, una poesía sutil y una crítica social implícita que son destacables. Además, Evans se revela escritor talentoso pues la mayoría de leyendas y reportajes son de él.





Walker Evans, Color Accidents, 1958 (Architectural Forum)



Una de las series que más me desconcertó es la sacada de "Color Accidents" en donde escribe que en los Estados Unidos, Boston, Charleston y Nueva Orleans son las únicas ciudades con carácter, con una forma de armonía visual (que podríamos calificar de europea, pero no lo dice), pero que, en otras ciudades, Evans encuentra un contra-placer estimulante en las formas coloreadas, cacofónicas, que afiches pinturas o salitre compusieron sobre las paredes de la ciudad, allí en donde la duración, el tiempo (que haga), la negligencia, incluso el vandalismo cooperaron para transformar imágenes legibles otrora en composiciones puramente abstractas. Es ante todo un obra formal y estética pero también una meditación sobre la ciudad, su vida y el tiempo (que pasa).





Walker Evans, Labor Anonymous, 1946 (Fortune magazine)


Uno de los atractivos de esta exposición (gracias a los comisarios) es el recorrido que podemos hacer entre las paredes a mano izquierda con grandes reproducciones murales de paginas de revistas y a mano derecha (o viceversa) vitrinas en donde exponen algunas ediciones de esas mismas revistas, algo ajadas, algo descoloridas, poco legibles, a veces algo dañadas; la tension constante entre esos dos medios, entre esas mismas imágenes que podemos mirar de dos maneras, fruto de una presentación finalmente bastante evidente, es bastante enriquecedora. Una vez hecho el recorrido, vemos en el interior de un cubo central, el Evans más conocido en diferentes revelados, algunos de ellos famosos, sobretodo la serie completa de Labor Anonymous, esa gente que pasa, fotografiados con disimulo en una esquina, echados hacia adelante en su carrera ¿ hacia dónde ? posiblemente su familia, su trabajo, pero también su destino, su suerte, su destrucción causada por la máquina social que los aplasta. Es una de las bellas exposiciones de los Encuentros, una de las más inteligentes.



Fotos del autor, excepto Labor Anonymous (gracias a Marie Lesbats), Gibson y Shore.




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