vendredi 13 juin 2014

¿El arte más fuerte que el encierro? (La colección Lambert en la cárcel de Sainte-Anne)

13 de junio de 2014,
por Lunettes Rouges

El arte más fuerte que el encierro? 
(La colección Lambert en la cárcel de Sainte-Anne)
(Artículo original en francés aquí)

Claude Lévêque, Soñé con otro mundo, 2001
La colección Lambert, en Avignon, tuvo que mudarse provisionalmente por obras, y puede que no haya medido todo lo que implicaría presentar sus obras en la antigua cárcel abandonada desde hace diez años y dejada tal cual. (hasta el 25 de noviembre). En efecto, una cárcel no es un lugar neutro, un white cube como cualquier otro, un lugar sin historia en el que se añaden paredes y pantallas. La colección Lambert esta llena de obras admirables y aquí se agregan obras de la colección de Enea Rigni, además de otras hechas para la ocasión : ignoro cuales son estas últimas, pero son sin duda las que mejor resisten en este entorno que podríamos ver como "articida". Primero tenemos la manera como las muestran, sin contar algunas que están en los corredores, la mayoría está en las celdas, en donde algunas veces se puede entrar pero otras veces uno debe quedarse en la entrada, incluso mirar a través de una mirilla. La visita se fragmenta, como si se dividiera, con poca correspondencia entre las obras.
Un corredor de la cárcel 
Y luego, es un lugar tan fuerte, tan habitado por fantasmas, (las paredes quedaron tal cual, con grafitis, fotos de pin-ups o de carros, pintura descascarada.. con algunas composiciones de colores) que no podemos mirar las obras al mismo tiempo que nos abstraemos del lugar en donde estamos, y las sondeamos relacionándolas con el peso de este entorno. Entonces, infortunadamente, la mayoría de ellas, cuya calidad sería reconocida fácilmente en cualquier espacio clásico de exposición, aquí, no dan la talla, parecen irrisorias, insignificantes, vacías. Es muy injusto, pero sólo emergen algunas obras cuyo peso intrínseco es tal, que sobrepasan esa dificultad, y, entre ellas, algunas obras (no todas) que hablan de prisión y de encierro. Por otro lado (aquí, hay mejores artistas), sentí la misma impresión que en el búnker del mariscal Tito, una aminoración de las obras a causa del lugar, no logran resistir ante tal peso.
Miroslav Tichy, sin título, sin fecha
Las más decepcionantes, quizás, son los intentos por conectar una obra con el contexto de la prisión lo que hacen de forma demasiado evidente "telefoneada". Me encantó una celda dedicada de forma inesperada a Miroslav Tichý*, insistiendo sobre las rejas de la piscina que lo separan del cuerpo femenino tan deseado, pero esta pseudo-analogía hace sonreír (y todavía más los vestidos o trajes rayados, también con rejas...). Me gustó volver a ver Teléfonos de Chris Marclay, montaje, según suele hacer, de cortas secuencias hollywoodianas en las que los personajes hablan por teléfono, pero esa letanía de Alo/Hello no evoca sino de manera muy lejana el universo de la cárcel. Podemos decir lo mismo de otras obras teleguiadas también, los susurros de Dominique Gonzales-Foster, los globos plateados de Philippe Parreno, los caras rotas de Kader Attia, las muñecas de cristal de Pascal Marthine Tayou, las tonfas de Kendell Geers, la cámara de vigilancia en mármol de Ai Weiwei, ... (y tendré la bondad de no decir nada sobre las obras ridículas de Claire Fontaine, pelotas de tenis y bombones mejicanos...).
Miroslaw Balka, 68 x (200 x 8 x 8) Heaven, 2010
Sin embargo otras obras, que no fueron necesariamente hechas para este contexto, ni que están directamente relacionadas con la prisión, funcionan mucho mejor : sin estar conectadas de manera tan tosca, conservan toda su fuerza, es el caso por ejemplo de una instalación muy sencilla de Claude Lévèque (que ya habíamos podido ver en el Hotel de Caumont; arriba), un simple trazado rojo y luminoso que se interna en la niebla de un corredor bordeado de celdas y cerrado por barrotes, al son de un zumbido obsesionante. De repente el lugar recobra vida , de repente un espíritu se eleva. Diremos lo mismo de las películas absurdas y trágicas de Marcel Broodthaers sobre los límites o sobre la escritura bajo la lluvia, de las fotografías y de la película de Ana Mendieta sobre sus huellas conmovedoras, de la piscina de Massimo Bartoloni y de su ilusión de libertad, de las instalaciones, naturalmente, de Christian Boltansky, de las películas trágicas de Yael Bartana o de la linterna mágica guerrera de Mona Hatoum. Todas esas obras habitan realmente el lugar.
Anselm Kiefer, Asche für Paul Celan, 2006
Igualmente el barco prisionero de Anselm Kiefer, homenaje a Paul Celan, logra representar aquí una sensación de encierro y de desesperanza muy conmovedora. En un patio de recreo en donde el cielo se oscurece a causa de las rejas para evitar que les caigan "muñecas" a los detenidos (hablaremos de ello), Miroslaw Balka (muy presente en la exposición) instaló (más arriba) serpentinas de colores que revolotean al viento y elevan la mirada hacia el cielo : nuestra cara se refleja, deformada, y podemos soñar que el tornillo sin fin va a llevársela hacia arriba.
Douglas Gordon, Punishment Exercise (Black and White), 2009
Más inquietante es la celda de los "liberables" en donde Douglas Gordon reprodujo 117 veces el primer plano de un rostro caricortado, bajo el título "Punishment Exercice", huella de un suceso misterioso, símbolo de la violencia escondida.
Rémi Cleiz, Him, Him, Him (Coyote, Felt andGlass Cane), 2011
Más suave es la instalación de un desconocido, Rémi Cleiz, que sólo se ve por el judas de la puerta : un coyote disecado, fieltro, un bastón de vidrio. Citación evidente en donde la ironía torna a una dimensión más trágica.
Jean Genet, Un canto de amor, 1950, fotograma

Dos grandes películas también, le hacen eco a la cárcel : un corto de Mamma Roma de Pasolini (que dio su título a la exposición: "La Desaparicion de las Luciérnagas") y sobretodo El Canto de Amor de Jean Genet, el único de los artistas aquí presentes (junto a Paul Verlaine, recordado en una vitrina, y, todavía más brevemente, Ai Weiwei), sabía realmente lo que es una cárcel. En esta corta película que estuvo prohibida mucho tiempo, amor y sexualidad de los detenidos (y de un guardia omnipresente y sádico) tejen armonías visuales y sensuales de gran belleza. La escena en donde, gracias a un pedazo de paja deslizado a través de un hueco minúsculo de la pared entre dos celdas, un detenido absorbe extasiado el humo del cigarrillo exhalado por su amante desde la celda vecina, es extraordinaria.


Jean-Michel Pancin, Todo dependía del tiempo, 2011, captura de pantalla

Toda esa humanidad de detenidos, más bien descuidada aquí, la vemos en el video de Jean-Michel Pancin directamente relacionado con esta cárcel (como lo son ciertas fotografías de los Aulladores de Mathieu Pernot); en este largo video, un antiguo detenido del que nunca vemos la cara, ni reconocemos el nombre (el señor C) describe la vida en la cárcel al tiempo que dibuja en una caja iluminada. Sólo vemos sus manos, a veces febriles, sus lápices, los lugares, los recorridos, las vidas que los poblaron. Es un dispositivo que nos recuerda el de Till Roeskens con los refugiados del campo palestino de Aïda al lado del muro del aparteid de Belén, forma un contraste interesante con, en una celda vecina, la entrevista de la mujer de Joris Ivens, Marceline Loridan, judía que siendo adolescente fue internada en Sainte-Anne por la Gestapo antes de ser deportada, y que filman durante su visita a la cárcel hace algunos meses. El uno es un documental, es verdad, conmovedor, pero muy clásico, sobre una "heroína", el otro es una obra construida, basada en la evocación dibujada más que en el reportaje, historia de un hombre ordinario y de los detalles cotidianos bien alejados de la gloria; el uno es un testimonio directo en donde el entrevistador está ahí para darle importancia al entrevistado, el otro es una obra artística a través de la mediación. No se trata de comparar dos destinos disímiles sino dos obras, y si la una no pasa de ser un testimonio (trágico) la otra sobrepasa su argumento y le da vida al lugar. De Jean-Michel Pancin también, una vitrina con muñecas que son medias rellenas de mensajes, tabaco, droga, que los allegados de los detenidos lanzaban desde el Rocher de Doms detrás del Palacio de los Papas, y que muy a menudo quedaban presas en las rejas y las redes. Cuando cerraron la cárcel, Pancin las recogió y las expone aquí como vestigios, esculturas. 


Foto de una celda por François Halard **
Para terminar, siento que no hayan desarrollado más la parte histórica de la prisión : algunos documentos ilegibles en las vitrinas, y es todo.

Orazio Riminaldi, Saint Jean Baptiste, principios del siglo XVII


La cofradía de los Penitentes Negros, que entre otras, se ocupaba de los detenidos, tiene una capilla junto a la cárcel. Al entrar en la ante-capilla, uno alza los ojos hacia este curioso San Juan Bautista, juvenil, flacuchento, como agobiado y sin embargo lleno de ardor. Los juegos de luz sobre su cuerpo tornado, casi torcido, son admirables (incluso si la foto es borrosa). Bonito cuadro de un caravagiesco poco conocido, Horacio Rimaldini (1593-1630; más conocido por los senos cortados de santa Ágata) y ese cuerpo sufriendo e inspirado clausura muy bien la visita.



* Por razones de copyright, la fotografía de Miroslav Tichy que ilustra el artículo no es una de las presentes en la exposición.  
** con Martha Rosler, Invasion,  2008 y Afghanistan (?) and Iraq (?), 2008, y Emir El Quiz, Sin Título (25 de enero de 2011) según On Kawara , 2011 y Sin Título (25 de enero de 1432) según  On Kawara , 2011.

Ante-penúltima foto © François Halard, cortesía de la Colección Lambert. Otras fotos del autor, excepto Tichy y Genet.
Claude Lévêque et Douglas Gordon están representados por ADAGP, las reproducciones de sus obras saldrán del blog al final de la exposición. 

 

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