mardi 11 octobre 2016

De lo ligero y de lo obscuro (en Inhotim)


3 de octubre de 2016, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)




Tunga, vue du pavillon psychoactif




Yo no sé si Tunga es el "mejor" artista de Inhotim y ese tipo de clasificación no es muy interesante (el artista que falleció hace poco, aparentemente fue quien le sugirió a Bernardo Paz que creara un museo), pero me parece que sus dos pabellones son los mejor logrados del lugar. El principal es una construcción abierta hacia la selva a la cual está vinculada a través de unas diez hamacas rojas de grandes dimensiones; en el centro, en la bodega, vemos una de sus películas, el resto está bañado por la luz exterior, animado por una brisa suave, y unas gotas de lluvia que distraen. Vemos la magnífica instalación que presentó en el Louvre hace once años, sobre la confrontación de dos mundos, y muchas otras obras sobre fluidos orgánicos (que a veces nos recuerdan a Chen Zhen), como Frascos expandidos, 2009, aquí bajo. 





Tunga, Cooking Crystals Expanded, 2009




El otro pabellón de Tonga, True Rouge, es una estructura de vidrio a orillas de un pequeño lago en el que flotan medusas rojas, marionetas suspendidas llenas de un líquido viscoso que produce un bonito efecto; orgánico y simbólico, misterioso e inquietante, oscuro pero bañado de luz.





Doug Aitken, Sonic Pavillion, 2009




Igual de etéreo y luminoso es el pabellón cilíndrico que hizo Doug Aitken en lo alto de una colina : excavó un hueco de 200 metros de profundidad en el fondo del cual unos micrófonos captan el sonido de la tierra, sonidos telúricos, ruidos ctónicos o ecos de minas en los alrededores, se puede quedar bastante tiempo en ese pabellón, puro, sencillo y rodeado de montañas, esperando el atardecer, meditando y escuchando esos sonidos desconocidos que vibran de forma extraña dentro de nosotros, como las pulsaciones de nuestro corazón o el de un hijo por nacer. Es una experiencia única. 
Menos inesperada pero igual de cautivadora es la pequeña construcción de Dan Graham a la orilla del agua, círculo inscrito en un triángulo en el cual la mirada tiene dificultades para distinguir el adentro del afuera. 




Lygia Pape, Ttéia 1C, 2002





Pero la transparencia se acaba allí. El resto es cemento, oscuridad; en el mejor de los casos cavernas profundas que se esconden del día, en el peor salas de exposición ordinarias. Pero en esos búnkeres hay muchísimas obras interesantes. De Lygia Pape, en la penumbra al interior de un diamante blanco hermético, columnas de aire oblicuas apenas atadas con alambre que interceptan columnas de luz : obra silenciosa y frágil que cambia de aspecto cuando uno se desplaza, es leve pero el trabajo es riguroso. De Helio Oiticica y Neuville d'Almeida, en un pabellón igual de hermético, al fondo de cinco corredores oscuros de pizarra y terciopelo oscuro, cinco salas para experimentar, cada una dedicada a un consumidor (supuesto) de cocaína 
(Cosmococa) : para Yoko Ono, un tapete de espuma para saltar, para Marylin Monroe, balones y arena cubiertos de plástico, para Jimmy Hendrix, hamacas en donde relajarse tranquilamente mirando sus conciertos, para John Cage, una piscina (en la que el visitante puede entrar) y el sonido de un piano preparado (la quinta sala, Trashiscapes, estaba cerrada). Lo esencial es la interacción del espectador con la obra, su participación y la abolición de la distancia entre la vida y el arte, lo que es, me parece, un poco contradictorio dada la arquitectura cerrada y la presentación, vuelvo a insistir, como sanctasantórum. 






Adriana Varejâo, Celacanto provoca maremoto, 2004 2008




En el pabellón también cerrado de Adriana Varejão que fue la inspiradora del lugar, encontramos sus paredes reventadas llenas de tripas sangrientas que se desbordan y sus paredes de sauna rigurosamente geométricas, baldosas de plantas alucinógenas y pájaros exóticos; pero la obra más sorprendente es ese "coleocanthimorpha responsable de un maremoto", conjunto de 184 baldosas (en realidad, lienzos pintados) que deberían representar un maremoto, curvas ondulantes y olas rompientes, reunidas en desorden, como después de la catástrofe pero en donde quedan el movimiento y el vértigo; aquí y allí aparecen angelitos mulatos derribados por la ola, como en la iglesia de Olinda en la que reunieron azulejos portugueses en desorden, un collage absurdo y surrealista. 

Mañana, lo que falta de la visita, más clásico.

Fotos del autor, excepto Lygia Pape.

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